lunes, 17 de marzo de 2014

No sé si puedo presumir de que las cosas me han ido bien, pero al menos nunca he caído de rodillas, implorándole a un dios en el que no creo. Al menos llevo un tiempo sin mentir. Al menos, no a mí misma.

Batería de rock en la mesa. Guitarra punk en el aire. Parece que alguien se ha caído al final del pasillo. Podrá levantarse solo. Yo me levanté sola, y mírame cantar tan alto que me duele el pecho.
Mírame.
Pude hacerlo sola y ahora estoy viva. ¿Ese pelo es mío? Parece que ha cambiado un poco desde que iba llorando por las esquinas hace ya tanto que no me acuerdo ni de por qué. Estoy pero que muy viva. Mírame ahora.

¿Qué importa mancharte de sangre las manos, si no vierte de tu corazón?

miércoles, 23 de octubre de 2013

Part II (Those ones changed again).

Todos somos de espuma cara. Somos viscoelásticos.
Asimilamos en la piel el contacto de los demás. Unos dedos que resbalan sobre la piel sudada. El dibujo de un arco, una hilera de dientes señalando el cuello. ¿Cuando se va tu amante, sigues sintiendo sus manos en tus caderas? ¿Sigues llevando tu mano donde te besó por última vez? No te preocupes.
Se pasará como todo lo demás.

Los cambios sólo pueden de dos maneras: difíciles o terminales. Yo estoy haciendo todo lo que está en mi mano para sobrevivir.
La mente no es de espuma. Tras un cambio no vuelve a su forma original. La mente de las personas es de cristal; puedes moldearlo mientras esté caliente, pero has de tener cuidado si intentas manipularlo cuando se enfría, o podrías resquebrajarlo. Mente rota, mano herida.

sábado, 7 de septiembre de 2013

De vuelta a Avril

De mi cuaderno personal.
Escritos del martes 2 de abril de 2013.

Me siento como un títere arlequín de madera que se resiste a ser utilizado, aunque sabe que una fuerza mayor a la suya acabará controlándole. Acabaré siendo dócil aunque me niegue con fiereza.
Me falta el aire en un pecho de madera sin pulmones. Se expande mi alma que no encuentra cabida ni salida. No puedo llorar.
Algo revolotea en mi cabeza. No sé qué es, pero tiene alas, y es fuerte. Se calma conmigo, y se agita cuando salta a la comba con mis nervios. Él tampoco puede salir.

Fin del fragmento.
Al final me hacía falta estar perdida en la oscuridad para aprender a distinguir un faro de un farol.

martes, 18 de junio de 2013

Reckless

Cae la primera gota.

Porque es una gota, ¿verdad? Es una gota y no una lágrima.
Siento que la historia de mi pesadilla se repite, y ahora, cuando aún estoy en el principio, tengo ganas de sacar fuera todo lo malo que hay en mí. Quiero poner mi miedo sobre la mesa. Me lo quiero comer. Quiero cortarme el pelo, sujetando las tijeras con la mano izquierda, que es mi zurda. Quiero pintarme los ojos y pasarme de la raya. Quiero que mi sangre corra, y quiero verlo.
No quiero pensar en que me desmayaré nada más ver la primera gota.
Otra gota.
Quiero gritar, ¡gritar tan alto que cuando me quede sin aire tenga que coger una bocanada que haga doler mis pulmones! Y gritar, y llorar fuerte, ¡y que alguien tenga que berrearme que me calle desde la pared de al lado!
Correr, correr, correr, correr hasta estar lejos, y entonces apoyarme sobre las rodillas temblorosas, mirar atrás y pensar: "ahí os quedáis, hijos de puta; os odié casi tanto como a mí misma.".
Gota.

Definitivamente esto debe de ser lluvia. Las chicas fuertes no lloran, y yo me lo tatuaré en la piel;
"Stay reckless".

martes, 21 de mayo de 2013

sábado, 27 de abril de 2013

Primavera

Huía de los ruidos, de los silencios incómodos y de los gritos, de los susurros, de los llantos, clandestinos y no tanto, de los cuchicheos, de las palabras hirientes dichas medio sin querer y medio queriendo, y huyendo me metí en su cama.

Ahora que me siento un poco más a salvo, me siento primavera.
Me siento con ganas de luchar, de esforzarme, y de conseguir mis propósitos. De cortarme el pelo, de comprarme ropa, de salir a manchar mis nuevas zapatillas, de escribir enumeraciones largas y carentes de sentido. Me siento como un enfermo que vuelve a salir a la calle después de sanada su enfermedad. Me siento bien.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Otra vez soy yo el problema.
Otra vez cierro la puerta de mi habitación como si así pudiese dejar de oírlos a todos. Porque los oigo, los oigo tan claro que me quiero echar a llorar. Hablando de mí, llamándome por mi nombre, en alguna parte hay dos personas hablando del problema que tienen conmigo.
Creo que me ahogo. Se me va el aire por la piel; no puedo respirar.

Sé que empiezo a perder la cabeza porque busco relaciones entre todos los conceptos que se me ocurren. Relaciono los momentos con colores. Las personas con animales.
Yo soy un gato callejero que se te acerca si eres discreto o tienes algo de comer, y sale corriendo a esconderse cuando le asustas. Este momento es gris oscuro y oro viejo.

Esperaré a que las voces callen sin enfrentarlas, sin hacer nada. Esperaré a que se espese el gris y el oro envejezca aún más, para que todo quede oscuro y caiga dormida hasta que vuelva el azul.